Vistalegre es uno de los barrios que se encuentran fuera del casco antiguo, situado en el norte de la ciudad, uno de los puntos que lo delimita es la Plaza Circular. Decido empezar mi recorrido por aquí.

Enseguida me choco con el Hospital Morales Messeguer, que por su importancia articula el barrio en torno a él y me pregunto ¿quién era Morales Meseguer?

Recorro la Av. Marqués de los Vélez para descubrir el Hotel El Churra, y me entero que su punto de partida fue un merendero inaugurado en 1955 por Juan José Nicolás, ‘El Tío Churra’.

Veo la fachada de la Escuela de Arte donde alguna vez estudie, la Parroquia Santa María Madre de la Iglesia, la Guardia Civil, el Instituto Alfonso X y otros tantos lugares destacados más.

¿Dónde está la Papelería Isa? Siempre tengo que buscarla…

Dudo de si debería seguir mi recorrido por la calle Jorge Guillén o Isidoro Maiquez. Finalmente giro a la izquierda y lo primero que pienso es que tendría que haber girado a la derecha, y lo segundo es que cómo es posible que siempre tome las decisiones incorrectas.

Me encuentro una zapatería, una barbería, una floristería, una carnicería, una sastrería.. y me reafirmo en la idea de que las características y singularidades de las tiendas se convierten en una seña de identidad muy importante del barrio.

Observo la fachada de lo que alguna vez fue una pescadería e imagino ese barrio que ya no existe…

Un vecino me cuenta que alguna vez existió una torre de huerta, una casa abandonada y en ruinas que era conocida como la Torre de las Lavanderas, en la que habitada una terrorífica mano negra que llamaba a quien pasaba cerca. ¿Qué quería la mano negra?, le pregunto… pero tampoco lo sabe.

Camino por la calle Obispo Sancho Dávila y me detengo al escuchar un tango. Me recuerdo a mi misma caminando por las callecitas de Buenos Aires y pienso que estas también “tienen ese qué se yo, ¿viste?” La música de fondo sale de La Sala de Berta, un pequeño bajo cuyo propósito actual es ofertar clases de bailes de salón.

El Bar la Bohème, ya está casi lleno de gente.

Me quedo mirando la luz que entra por el trozo de horizonte que queda entre los edificios del final de la calle Poeta Vicente Medina percatándome en la coincidencia de que este poeta también aunque en sentido inverso migró y se estableció en Argentina, “¡Allá lejicos!”, como llamó a su libro.